Para ella era un tesoro. Un te amo era algo más que una simple palabra, era un sentimiento lleno de ternura y de dulzura o puede que quizás ésta, tan sólo, fuese su percepción de sentirla. Ella no lo sabía. Sólo sabía que no sabía nada.
¿Cómo fue? ¿Cuándo pasó? ¿En qué momento derribó todos sus esquemas?
Recuerdo comenzar a hablar contigo una primera
vez y, luego ya cuál drogadicta necesitaba hacerlo todos los días. Sí, era presa del miedo y de la necesidad de saber de ti, de preguntarte qué tal te ha
ido el día, de saber que aunque no lo digas, tú también pensabas en mí. Y es que
si un día no hablaba contigo se planteaba sombrío y frívolo. Tu marcha hacía que
todo perdiera el sentido. Pues cuando tú sonreías, amor, iluminabas mis días grises
y el mundo entero, pues tu sonrisa brillaba y lucía tan bella, o incluso más que todas las estrellas que componían el
firmamento, incluso más que el sol o la luna, a la que ahora observo impasiva
con la esperanza de que tú también la observes, con la esperanza de que tú también pienses en mí, y me eches de menos. Pues te extraño cada segundo de
mi existencia, cada segundo que no te veo, cada segundo que no te abrazo...
Las mariposas que provocas en mi estómago con sólo
recordarte representan algo sobrenatural, me basta hablar contigo un par de
minutos para sentirme la chica más afortunada del universo, y mira que
es grande, ¿eh?. ¿Qué que siento por ti? Creo que mis palabras hablan por sí
solas. Sé que es complicado y sí, también sé que estoy aterrada, pero créeme
cuando te digo que todo esto es sincero, cuando te digo que te quiero, pues en serio
créeme que no puede ser más verdadero, ni más real. Tan real como te necesito
como el aire que respiro, tan sincero como que muero si no tengo noticias
tuyas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario