Dejémonos llevar por los susurros e intercalemos, entre ellos, silencios que digan más que mil palabras pronunciadas sin ser sentidas.

martes, 18 de junio de 2013

Desahucios.

Cada día veo las noticias con la esperanza de que algo cambie. Puede que después de todo aún quede algo de ingenuidad dentro de mi ser, aunque si he de sincerarme, pensaba que la poca que me quedaba ya la había perdido. Veo desahucios diariamente en los telediarios, veo padres y madres luchando con uñas y dientes para que no les quiten todo lo que cierto día construyeron con la esperanza de darle una buena vida a sus hijos y, como a los dos días después de salir en los telediarios que han conseguido parar el desahucio, se quedan sin hogar, en  paro, con hijos y con un futuro más pésimo que poco prometedor. Es muy triste ver a niños que sufren desnutrición y profesores más consagrados a su profesión que los propios jueces. Sí, no me mal interpretéis, no pretendo generalizar o meterlos todos al mismo saco, pero si no existe la justicia ¿cómo van a existir hombres justos?
La conclusión a lo largo de la historia ha sido muy clara, amos-esclavos, capitalistas-obreros,  es decir, ricos y pobres. Muy ricos y muy pobres. Es muy curioso, aquel que sea pobre, es muy probable que lo sea siempre, a no ser de que trabaje como un cabrón. Sin embargo el rico, siempre será rico. 
A pesar de esta pequeña reflexión he de decir que aunque el dinero muy triste y ciertamente mueva montañas y, más que montañas el mundo entero, prefiero ser pobre y aprender todos aquellos valores que me han aportado mis referentes desde la humildad, el esfuerzo y la sencillez a cagar billetes y mear monedas y no descubrir el valor verdadero de la realidad y del propio mundo. Por que el dinero no te hace libre, si no  que funciona de cadena, corrompiendo al hombre y haciéndolo así, esclavo del consumismo.

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